Hechos acontecidos a mediados del siglo IX, según cuenta la leyenda, y que relatan cómo siete de sus hijas tomaron una valiente determinación, para no ser parte del medieval Tributo de las Cien Doncellas. Las siete jóvenes elegidas entonces para contribuir al vil chantaje del invasor musulmán, y en su forzado encierro en el castillo de la villa, decidieron resquebrajarse los cabellos, desfigurar sus rostros y cortarse sus manos. Infame tributo instaurado por Mauregato en el 783, para agradecer la ayuda de Abderramán I en su ascenso al trono astur, que consistía en ceder a cien virginales doncellas, cincuenta nobles y cincuenta plebeyas, y al que Simancas debía contribuir con siete muchachas.
El gesto de las simanquinas, incitó a la sublevación del pueblo que inquirió al rey Ramiro I su juramento de no volver a ser partícipe de tal abuso, lo que precipitó la guerra, según recoge un códice de 1580 atribuido al que fuera párroco de la localidad, Antonio Cabezudo, recuperado en 1755 por el Beneficiado de Preste Manuel Bachiller.
Esta tradición se recuerda desde 1994, aunque desde 2010 es representada con diálogos por unos cincuenta vecinos, y organizada por una comisión vecinal de varias asociaciones y la concejalía de Cultura.